lunes, 3 de agosto de 2009

Lecturas de Agosto

Middlemarch, de George Eliot


George Eliot, subtituló Middlemarch como un estudio de la vida de provincias. Y eso es esta novela del siglo XIX, la historia de una ciudad y, sobre todo, el análisis de la iniciación de varios personajes a la vida: sus decisiones, sus búsquedas y sus fracasos. Por medio de los distintos puntos de vista de Dorothea Brooke que busca la sabiduría, de Tertius Lydgate que busca un cambio en la ciudad o de Rosamond Vincy que busca el éxito social, la autora muestra las contradicciones de la educación de liberación y represión de la época victoriana. George Eliot, cuyo nombre real era Mary Ann Evans, es una escritora meticulosa y contenida, con una visión certera del tiempo que le tocó vivir.



Los atormentados, de John Connolly

Este nuevo caso del detective Charlie Parker, alias «Bird», es la sexta novela de la serie policiaca escrita por John Connolly. Parker es contratado por Rebecca Clay, hija de un respetado psiquiatra infantil que desapareció al salir a la luz los abusos sufridos por varios niños que él atendía. Cinco años después, Rebecca se ve acosada por un desconocido que pregunta por su padre. La trama, como todas las de Connolly, se complica en una maraña de abusos, venganzas, seres diáfanos que no tienen reposo.





Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos


Martín-Santos recrea un escenario sórdido que muestra un Madrid sumido en la pobreza, en la degradación. El protagonista, Pedro, es investigador en un laboratorio, hombre de poca fuerza vital y retraído, que se ve impelido por su buen carácter a ayudar a un familiar de su ayudante, pero se encuentra, de repente, tratando de salvar la vida de Flora, una de sus hijas, a la que se le ha intentado practicar un aborto por medios bastante desagradables y que perece ante las manos inexpertas del investigador. Esto acarreará la detención de Pedro y su ingreso en prisión por unas horas, pero también le supondrá la persecución por parte de Cartucho, el querido de la chica, que le cree causante de la muerte. Martín-Santos se alejó de un estilo propio de la época, sencillo y árido, para armar un libro de resonancias clásicas, con un lenguaje cultivado y complejo, de prolijas descripciones, y diálogos empapados de clasicismo.