lunes, 13 de abril de 2009

Sin destino, de Imre Kertész

György Köves, adolescente húngaro ve como el mundo se desmorona a su alrededor, sin acertar a comprender aún que el fatídico engranaje que se ha puesto en marcha condicionará el resto de su vida. En año y medio pasará de ser un feliz estudiante en Budapest a un número en los campos de concentración Auschwitz, Buchenwald y Zeitz, donde lo lleva su condición de judío, de un modo curioso como el mismo cuenta: "El otro día me ocurrió algo extraño. Me levanté temprano por la mañana para ir al trabajo. El día se anunciaba calurosos y, como siempre, el autobús estaba lleno..." Este desapasionamiento en la tragedia que vive marca la prosa de esta conmovedora novela.

5 comentarios:

Skellig Michael dijo...

Magnífico y conmovedor relato de un adolescente húngaro durante su paso por varios campos nazis durante el año previo al desenlace de la II Guerra Mundial.

Me ha llamado la atención cómo Kertész describe el proceso de asimilación de una persona a la que se le vienen encima unos acontecimientos que le afectan de lleno, los cuales no los asume como desgracia ni tragedia personal ni de la humanidad.

¿Cómo es posible esto? El ser humano, durante los momentos más bajos que le toca vivir, puede ser capaz de asumir con dignidad el instinto de supervivencia más allá de cualquier juicio de valor sobre un destino contra el que no puede luchar.

Durante la primera etapa, el joven adolescente no es consciente (o no quiere serlo) de que se llevan a su padre a un campo de exterminio. Personalmente no me parece muy creíble que a los 15 años una persona pueda ser tan cándida como para poder racionalizar y justificar lo que se le viene encima: ser trasladado y raptado (aunque se percibe como un hecho que acontece porque sí) hacia Auschwitz: sobrevivir y “aburrirse” durante cuatro días deduciendo que es un campo de exterminio donde tras un juicio-examen médico de 2 segundos te pueden llevar a la cámara de gas. E incluso encontrar gestos y signos de bondad en los soldados nazis.

No obstante la perspectiva del personaje evoluciona y si se mantiene con vida es porque encuentra “felicidad” y “belleza” en lo más recóndito: paisajes verdes, el poder beber agua, dormir en una cama, el trueque para obtener comida, el trato de los enfermeros y médicos...

Ha reducido su mundo y sus expectativas a vivir el presente más inmediato, no acudir a la nostalgia del pasado ni a la esperanza del futuro que pueda venir. Hasta perder su propia identidad y casi olvidar su nombre. Esa ha sido la clave.

Desde que la guerra termina, y los presos son liberados, la parte final del libro transmite una profundidad de pensamiento enorme. Es más importante la comida que no llega el último día que el saber que son “libres”. Me ha impresionado. Durante el viaje de regreso a su país se encuentra con varias personas que han sabido desde fuera el “horror” de los campos de exterminio pero en los que reside una ilusión por un futuro de libertad. La reflexión del joven se reduce a que si hay destino, no puede haber libertad y al contrario. De esta forma sólo contempla la libertad si no existe el destino.

Especial impacto me suponen las páginas 40 a 42 cuando se intenta justificar el odio hacia los judíos y la vergüenza de portar la estrella amarilla en la solapa. El ejemplo sobre el intercambio de destinos del príncipe y el mendigo constata la arbitrariedad que existe y la justificación de que el destino nos elige a nosotros y no a la inversa.

Si nuestra vida está predestinada es ilógico creer que somos libres. Sólo la libertad de estar en un lugar y no en otro es lo que hace que nuestra vida se trace de una forma y no de otra. ¿Y con cuál de los dos argumentos nos quedamos? Ambos pueden tener su parte de verdad y es un modo de evidenciar la relatividad de todo.

Carmen B. dijo...
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Carmen B. dijo...
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Carmen B. dijo...

En esta novela que relata el Holocausto judío, el tratamiento del tiempo está muy presente , cosa por otra parte comprensible tratándose de un sitio como es un campo de concentración nazi.

A diferencia de una cárcel en donde un preso sabe que, a pesar de la agonia un día será libre,el protagonista de nuestra historia NO sabe qué va a pasar al día siguiente, o al volver del duro trabajo en las canteras. Por eso la obsesión por el paso del tiempo en el campo, que se manifiesta en la monotonía de los días; en la obra se da importancia a lo cotidiano, convirtiéndose la rutina diaria en el universo de los que allí habitan .Por eso los días y las noches estén señaladas por algo, ya que en los barracones no hay luz del día, como dice el mismo autor:"las partes del día eran difíciles de determinar, debido a que la luz era siempre la misma y no había ninguna ventana para ver la luz o la oscuridad." ... la llegada del café anuncia que es de día, llega el médico o el enfermero dice buenas noches y hay que ir a dormir, y así día tras día.
"al día siguiente, entre el café y la sopa"(...)no sabe la hora , pero nombra el instante intermedio y nos damos cuenta de la importancia que este reloj memorístico tiene para el preso, ya que los nombres temporales como día, noche, en otro momento,al día siguiente,al cabo de un rato, después de las nueve, etc...abundan en el libro. Es conmovedor pensar cómo un ser humano, un chaval joven se las ingenia para no ser vencido por la desidia por el cansancio y la desesperación; este es un rasgo típico de supervivencia

Otro tema para pensar es el HAMBRE en la novela, " hambre Perpetua", en el campo de concentración no se puede pensar en otra cosa.
La mañana en la que se va a acabar su cautiverio,-si bien él no lo sabe aún- el joven está en vilo pendiente de algo que no debe fallar nunca porque se ha convertido en uno de los momentos ,si no en el único, mejores de su existencia en el campo: la comida. por poca, escasa o mal cocinada que sea pero es vital que llegue siempre. El mismo día que llega la libertad con la que tanto soñó hay otra cosa que es mas inmediata: ..."por mucho que escuchaba siempre hablaban de lo mismo, la libertad, pero ni una palabra de la sopa. Con este pensamiento queda muy claro hasta que punto la comida se hace dueña de los pensamientos de los presos .La deshumanización en los campos de concentración conlleva el olvido casi por completo de todo lo ético y lo moral, como dice Primo Levi, en estos sitios lo que suele ocurrir es que los presos se unan al poder para escapar , de alguna manera ,de los opresores, y se llega incluso a ver como se muere el compañero de cama mientras el de al lado se como su pan y se vuelve a dormir junto al cadáver...
A pesar del hambre y la tortura, y a pesar de se trabaja con esas personas para reducir su moral hasta dejarlos en “cosa”, es admirable como este joven trabaja denodadamente en esas condiciones “límites”para que no deje mucha huella en él lo que está viviendo.

La historia vivida en al campo de concentración que se nos cuenta, al estar narrada con esa peculiar característica de la objetividad, hace que sea recibida por el lector sin la asfixiante congoja que supone la descripción de casi todos los relatos que hablan de este tristemente conocido tema del holocausto, aunque, por supuesto, no es una lectura la de este tema que deje indiferente a nadie. Aunque se haya tocado de mil maneras.








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Carmen B. dijo...
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