sábado, 21 de febrero de 2009

Lituma en los Andes, de Mario Vargas Llosa

El cabo Lituma y el guardia Tomás han sido destinados a un destartalado campamento minero en las montañas del Perú. Viven bajo el constante miedo a ser asesinados en las brutales matanzas de funcionarios y campesinos inocentes que se suceden a diario en los alrededores. Para distraer el temor que ambos sufren, el guardia le va contando a su cabo una historia de amor imposible que tuvo con una prostituta, mientras investigan una serie de desapariciones inexpicables de campesinos de la región. La obsesión de ese enigma sin solución se suma a la atmósfera hostil de un mundo primitivo, en donde se diluyen las fronteras entre lo animal y lo humano, y a la constante amenaza de los guerrilleros maoístas de Sendero Luminoso. Lituma en los Andes es un descenso a los infiernos del atraso, la miseria, la superstición, el fanatismo, la irracionalidad, la barbarie casi, de un país que, en sus capas altas vive con un pie en la modernidad y trata de incorporarse al desarrollo, y con otro en el tercermundismo.


1 comentario:

Skellig Michael dijo...

Ameno, mantiene el interés con el dinamismo de diferentes historias y sobrecogedor al final.

Vargas Llosa transmite pesadumbre al retratar su contradictorio país, sus gentes indolentes, el atraso y la incultura de los que se alimentan a diario de las supersticiones con la mayor naturalidad, exagerando tal vez con el episodio final de canibalismo.

El grupo terrorista Sendero Luminoso no es sino otra contradicción más que consiente un pueblo sometido desde hace siglos al dictado de la clase dominante. La propia autoridad pública se diluye en forma de policías corruptos que ganan más protegiendo a los narcotraficantes que con lo que les paga el Estado. Es una guerra entre dos supuestos bandos en la que lo que menos importa es la sensatez, la cordura y el progreso de un país.

El cabo Lituma, un hombre de ciudad que aún no ha perdido el norte de sus valores, se ve involucrado en la desaparición de tres hombres en el poblado de Naccos, antiguo centro minero y ahora inmerso en la construcción de una carretera de la sierra. Ser destinado a este lugar es un castigo ya que no tiene medios para ejercer la autoridad y está expuesto a los ataques terroristas. Tiene la ayuda de su adjunto Tomás, un joven que se mantiene vivo gracias al amor por una mujer que le abandonó y del que hace partícipe a Lituma en sus horas de convivencia. Quiere resolver el misterio con la lógica de una persona “civilizada” pero se encuentra con el carácter primitivo de la población de la sierra que le dificultan su labor y a los que desprecia. No se resigna a cerrar el caso aunque terminará por asumir la explicación en forma de sacrificios humanos a los dioses instigados por Dionisio y Adriana, los dueños de la cantina del poblado.

Emborracharse es sinónimo de olvidar las penas. La crítica que intuyo, con el personaje de Dionisio en la novela, es al adormecimiento en concreto del pueblo peruano (pero extensivo a otros) que se intenta evadir para no afrontar los verdaderos males que les acechan.

La parte más luminosa de la historia son las confesiones amorosas de Tomás, salpicadas de vivacidad, alternando el instante actual en que lo cuenta a Lituma (y las reacciones que provocan en éste) con el pasado, de forma que pareces estar viéndolo por dos pantallas de video.

Son los momentos felices vividos y el recuerdo los que mantienen a una persona con la ilusión de seguir viviendo en un mundo violento y en el que impera la ley del más fuerte.

Una reflexión final: abandonar la construcción de una carretera simboliza también paralizar la construcción del futuro de un país. Las propias autoridades no confían en sus planes de progreso, si es que los tienen, ni en sus ciudadanos porque ni siquiera se preocupan de invertir en una construcción y en un estudio previo del terreno. Es un ejemplo de quienes comienzan muchas cosas pero no acaban ninguna. Esta falta de tenacidad y esa constante terminan por desalentar a un colectivo que no sabemos si es indolente por sí, por las autoridades o por ambas cosas a la vez.